Por Salvador Oskita y Nahuel Valenzuela

Como todos los años, hoy 21 de mayo, se realizó la cuenta pública del gobierno al interior del Parlamento. En ella la presidenta no anunció ninguna medida que aumente sustancialmente la calidad de vida de los pueblos y la clase trabajadora; omitió referirse sobre la nefasta reforma laboral, blindó la farsa del “proceso constituyente”, afirmó que se está avanzando en materia educacional –sin la participación de las y los estudiantes, claro-, señaló que la solución para el problema de las pensiones es “agilizar” el proyecto de AFP estatal, etc. Nada nuevo bajo el sol.

Mientras tanto, como contraparte, las expresiones vivas y organizadas del mundo popular, se preparaban para marchar por el centro de Valparaíso para hacer oír sus demandas. Nuevamente, miles de personas se sumaron a la convocatoria y manifestaron su descontento en las calles. Luego de la violenta intervención policial, la muchedumbre se dispersó por las calles aledañas a la Avenida Pedro Montt y se produjo una revuelta de proporciones.

El incendio que le quitó la vida al trabajador Eduardo Lara.

En medio de los enfrentamientos, desconocidos –según afirmó Jorge Castro, alcalde de la ciudad-, saquearon y lanzaron bombas incendiarias al interior de una farmacia. Las llamas y el humo tóxico se propagaron con rapidez hacia otros locales, provocando un gran incendio. Eduardo Lara, nochero que custodiaba la sede del concejo municipal de Valparaíso, atrapado dentro del lugar en medio de los disturbios, resultó, lamentablemente fallecido, producto de asfixia. Los voluntarios de bomberos que lo rescataron, nada pudieron hacer para reanimarlo. También nos informan, que un estudiante secundario dirigente del Liceo Eduardo de La Barra de la V Región, fue atropellado por un carro lanza-aguas de la policía. A pesar de estos graves incidentes, se realizó sin mayores sobresaltos la conmemoración de “Las Glorias Navales” en la Plaza Sotomayor.

Para terminar, lo ocurrido durante la manifestación, a nadie dentro del movimiento popular puede dejar indiferente. La violencia ciega e irresponsable y sin perspectiva de clase, de autoproclamados «revolucionarios» y «anticapitalistas», hoy fue llevada a un extremo intolerable: a los únicos que benefician «acciones» como éstas, es a Burgos y su camarilla, quienes ahora tendrán luz verde para arremeter contra los movimientos sociales y las organizaciones del pueblo que realmente se encuentran en la pelea. También, esta triste situación nos tiene que llevar a reflexionar más profundamente en torno a la inhumana forma de vida a la que este sistema nos somete diariamente ¿Cómo es posible que un jubilado de 71 años se vea obligado a trabajar? ¿Cómo es posible que nadie supiera que estaba ahí? Eso también es violencia y una violencia silenciosa, naturalizada, tolerada por la mayoría.