Este lunes 15 de febrero la empresa metro de Santiago subió los pasajes en $20 pesos  en el horario punta llegando a $740 pesos, esto lo justifica con extensión de tarifa reducida para tercera edad en todo horario.

Por Alfonso Echeverría

Con bombos y platillos el día jueves 12 de febrero se anunció la extensión del beneficio de disminución de la tarifa en hora punta para adultos mayores igualandose a los otros bloques de horarios donde el costo por viaje es menor. Esta medida no era gratuita. El costo extra de este beneficio se traspasa al pasajero sumando 20 pesos, llegando al no depreciable monto de $740 pesos en horario punta.

Si bien la reducción del valor en horario punta para la tercera edad es algo beneficioso para las personas mayores, hay que considerar puntos que no se han planteado. Es así que al momento de realizar los balances, pareciera ser que el ingreso de esta alza, es mucho mayor que el costo del beneficio hacia nuestros mayores. Pues las condiciones en que se movilizan los santiaguinos, no son las condiciones adecuadas para que un anciano viaje en un metro atiborrado de gente.

Chile es el 5° país de Latinoamérica con mayor costo en el transporte público, un 12.3% del sueldo mínimo, teniendo un sistema de carácter privado, basado en el lucro por sobre la calidad de un derecho social básico, en que el estado inyecta año tras año aportes a las empresas para asegurarle las ganancia a operadores los cuales no invierten en la mejora del sistema, esta alza en el fondo, no viene a financiar en beneficio para la tercera edad, siendo un distractor para ocultar la verdadera razón de ser;  inyectar más fondos al transantiago, sabiendo que la tarifa real del subterráneo es de $350 pesos, para un sistema que en 9 años no se ve algún atisbo de mejora.

Hay consecuencias importantes en esta alza, junto con la degradación del servicio cada día, con averías tan serias como lo sucedido el 27 de enero, cuando el sistema presentó una falla eléctrica. Incontables son los problemas que son invisibilizados por la empresa y todo esto decanta en un impacto a las trabajadoras y trabajadores, quienes se enfrentan a diario con la frustración de las y los pasajeros sufriendo agresiones y violencia sistémica sobre ellos, menoscabando su dignidad, convirtiéndose en una víctima más de las decisiones corporativas.

Es urgente cambiar el sistema de transporte, no maquillarlo, sino cambiar completamente el paradigma, pasar de la visión economicista de empresa de servicio a una visión de derecho social, en una ciudad altamente habitada como, Santiago, es deber pensar en un sistema de transporte a medida de las personas, trabajadores y trabajadoras de un «Gran Santiago» cada vez más contaminado y caótico.