Por Nahuel Valenzuela

Ayer 31 de octubre el ex campamento Nueva La Habana (actual “Nuevo Amanecer”) estuvo de fiesta: las y los pobladores celebraron sus 45 años de existencia, lucha y organización. La jornada, levantada a pulso por diversas organizaciones locales, contó con una serie de actividades durante todo el día; un “bloque infantil” para las y los más pequeños, feria de las pulgas, murales, exposición de fotografías históricas, un pasacalle compuesto por agrupaciones y colectivos de danzas andinas, batucadas y grupos de baile, y un escenario central en donde se presentaron diversos grupos y artistas, entre ellos, Bajavida, Nativos y Juanito Ayala.

Hace 45 años, el 1 de noviembre de 1970, ante la urgente necesidad de encontrar un lugar provisorio donde asentarse 1200 familias sin casa provenientes de los campamentos Ranquil, Elmo Catalán y Los Castaños, se tomaron unos terrenos en la comuna de La Florida, dando origen al campamento “Nueva La Habana”. Pero la lucha fue mucho más grande que la casa; las y los pobladores al calor de su experiencia cotidiana construyeron una experiencia inédita de participación popular y vida comunitaria. Las y los vecinos fueron capaces de gestar un embrionario autogobierno democrático y de base, en donde las diversas y más sentidas necesidades de la población comenzaron a ser resueltas de manera directa; el barrio se organizó por manzanas, y se constituyeron frentes específicos de trabajo, por ejemplo, “vigilancia”, “trabajadores”, “salud”, “cultura”, “áreas verdes”, “bomberos” y “abastecimiento”. Sin embargo, esta emblemática experiencia histórica fue desarticulada, ahogada a sangre y fuego por la Dictadura cívico-militar. Su principal dirigente y además militante del MIR, Alejandro Villalobos, fue asesinado por agentes de la DINA.

Este enorme empeño de poder popular gestado desde abajo, demostró de manera práctica que es posible construir una vida digna en nuestros territorios, que se fundamente en la construcción de relaciones sociales verdaderamente humanas y comunitarias, el compañerismo, la participación de todas y todos, la solidaridad y el apoyo mutuo. Nueva La Habana marcó un antes y un después en la lucha de las y los sin casa, superando los estrechos márgenes de acción de la necesaria lucha reivindicativa y las lógicas peticionistas, y avanzando en el ejercicio del poder local, el control territorial efectivo y en lo que hoy podríamos llamar en jerga libertaria, autogestión urbana. Este paradigmático esfuerzo de creatividad e iniciativa popular no puede quedar en el olvido; por eso recordamos y reivindicamos, 45 años después, el legado de Nueva La Habana.